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XV. SUPAY

El Diablo del tarot representa los instintos básicos, impulsos biológicos como el hambre, el miedo o el sexo, que han contribuido esencialmente a que la especie humana, como las demás en la naturaleza sobrevivan. En este sentido, se puede decir que este personaje arquetípico trae consigo una fuerza positiva que permite crear consciencia acerca de las necesidades elementales a las que hay que prestar especial atención para conservar la vida. Para Carl Gustav Jung, las experiencias que el ser humano enfrenta por sobrevivir ante las adversidades, son satánicas en esencia, y se describen como una función psíquica desatada del conjunto, “actuando de manera autónoma”, es decir, “demoníaca”. Así pues, para que algo se vuelva diabólico, es imprescindible que algún aspecto de la psique actúe independientemente, siguiendo las necesidades del instinto, desafiando a la razón humana.  

       

La energía del Diablo se anticipó en La Fuerza, como una de las polaridades que el héroe debía reconocer para propiciar el equilibrio, es decir, la animalidad; lo que fue un recordatorio de cuán significativo resulta prestarle atención a los deseos básicos de la carne, sin que estos signifiquen una causa para dañar la propia integridad y la del entorno, pues es a través de la experiencia cuando el individuo logra conocer su esencia animal para poder dominarla posteriormente a consciencia.

 

Debido a la herencia occidental en el territorio andino, se ha relacionado directamente la idea de Supay con la imagen de Satanás; sin embargo, en la mitología de los Andes, este término aludía a “un aspecto de los seres sobrenaturales” y las personas, su “sombra espectro, fantasma”, que también se vinculaba con la palabra “sagra”, que en “su campo semántico va de lo salvaje a lo monstruoso” (Ortiz Rescaniere, 1986). Por esto, se puede volver a constatar la dualidad que caracteriza al pensamiento andino, el cual, lejos de reprimir una parte esencial del ser humano, la concibe como una polaridad esencial en las relaciones constantes y contradictorias del ordenamiento de la casa cósmica.

El mundo lúgubre al que Supay pertenece se relaciona con la Uku Pacha y la Hurin Pacha, dos vocablos que posiblemente designan dimensiones intraterrenas distintas, pero que con seguridad apuntan a la idea del inframundo, que además de propiciar la vida, es el lugar de los muertos, lo que vino siendo una premisa fundamental para la reinterpretación de este arcano, pues según la investigadora María Hocquenheim, en este plano "las direcciones se invierten", lo que reafirma la característica absurda del arcano XV.

 

Supay anticipa las posibilidades de sucumbir desenfrenadamente a los impulsos de la animalidad frente a un estado caótico; la energía demoníaca consumiría totalmente la consciencia divina que el héroe a penas desarrolla si se dejase llevar por su sombra primitiva, convirtiéndose la energía que simboliza este arcano en un obstáculo dentro del proceso hacia la autorrealización, en lugar de una fuerza por la supervivencia, será decisión del héroe cómo usará este poder tan antiguo.

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