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VIIII. EL ERMITAÑO

El héroe del Carro sucumbirá al desánimo cuando se enfrente a la realidad de las polaridades irreconciliables de la dimensión humana. La todavía persistente inexperiencia de este personaje, lo hace susceptible a cuestionarse el propósito del viaje que ha emprendido, pues se da cuenta de sus propias limitaciones y debilidades. Esta situación crítica de nivel psíquico provoca que reaccione aislándose de los demás, a encerrarse en sí mismo.

 

El escenario depresivo en el que ahora se encuentra, es una proyección del desequilibrio que experimenta en carne propia. Pero esto no significa el fin de todo; ante tal situación, naturalmente, el desdichado personaje podría verse en la necesidad de acudir por ayuda, de reencontrarse con el ordenamiento del arcano V para solicitar consejo, y precisamente el ideal que representa El Ermitaño enfatiza la necesidad de buscar ayuda superior, sin embargo, este arcano redirige la atención a sí mismo, como en El Mago.

 

Con El Ermitaño sucede que el individuo ya no busca afuera, sino en su propio ser, su humilde consciencia lunar le permite reconocer la matriz simbólica que heredó de su madre cósmica, en la cual podrá incubar  sus conflictos y concebir la luz que ha guardado dentro y no conocía; este nuevo mago ahora es capaz de divisar el camino que había perdido en su propia oscuridad.

 

El significado del arcano VIIII es un recordatorio de que el reconocimiento de las debilidades es esencial para volverse fuerte, un determinante en el viaje del desdichado enamorado, pues es en este punto cuando empieza a desarrollar su capacidad de auto regeneración, indispensable para enfrentarse a lo que está por venir.

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