
TAROT DEL PÁRAMO

El tarot es una herramienta que funciona como un espejo del ser interior. Las imágenes de estas cartas representan símbolos y arquetipos con significados importantes que pueden acercarnos a la oscuridad de nuestras profundidades, a la dimensión psicológica en la cual los seres humanos confinamos inconscientemente aspectos personales de nuestra vida que han sido rechazados, negados, e incluso reprimidos, y que a su vez impiden un sano desarrollo personal.
La baraja de tarot está compuesta por dos grupos de naipes, el primero agrupa 22 cartas denominadas Arcanos Mayores, que representan las cuestiones básicas de la existencia humana; los escenarios, números y símbolos de las cartas pueden generar reacciones distintas que van desde el identificarse con ellas, hasta el rechazo definitivo. Así por ejemplo, aunque el arcano XIII, La Muerte, transmite a primera vista una idea común de horror, en realidad guarda una verdad trascendental. En la forma en la que las comunidades prehispánicas de los Andes entendían el mundo, la muerte no era vista como un final definitivo, sino como el inicio hacia una nueva vida, para ellos, los muertos tenían las mismas necesidades de los vivos, y el hecho de morir era una etapa más en la vida para propiciar el proceso natural de auto regeneración.
Así también, en la cosmovisión andina se comprende que todos los seres que conforman a la naturaleza están vivos, incluso las rocas, el agua o los árboles tienen espíritu; es por eso que las comunidades indígenas conservan una relación estrecha con la madre naturaleza, y son conscientes del papel del ser humano como un colaborador en los procesos naturales que mantienen el equilibrio en la tierra.
Carl Gustav Jung, uno de los precursores del psicoanálisis, habló del “principio de individuación”, es decir, el proceso en el cual una persona alcanza la conciencia de su propio potencial y libertad al haber reconocido valientemente aquellos aspectos de su personalidad que no le permitían avanzar. Este proceso de toma de conciencia es lo que caracteriza al estudio que hace la escritora Sallie Nichols sobre la baraja del tarot de Marsella en su obra Jung y el Tarot: Un viaje arquetípico, basándose en algunos principios del psicoanálisis del propio Jung. Una travesía que empieza con la inconsciencia natural y anárquica del ser humano prehistórico, hasta culminar con la iluminación total en la carta XXI, El Mundo, el último de los arcanos mayores, cuyo significado alude a la unión del ser humano con la totalidad del universo en plena consciencia, un arquetipo reflejado en la sabiduría de las comunidades andinas, y tan necesario en estos tiempos caóticos en los que el desorden político y social amenaza la integridad de nuestro planeta, de la Pachamama.
Es así que al recopilar información sobre el tarot, abarcando sus orígenes aproximadamente a finales de la Edad Media y su permanencia hasta la actualidad, a la vez que trazando paralelismos entre los significados de sus cartas y los principios fundamentales de la Cosmovisión Andina, nace el Tarot del Páramo, una baraja compuesta únicamente por sus 22 Arcanos Mayores, y que presta especial atención a la mitología de la nación Cañari, antiguos habitantes del territorio sur de la República del Ecuador, respondiendo al deseo de honrar a los ancestros y la importancia que tuvo en su pensamiento la relación de respeto entre el ser humano y la naturaleza.